Luceros
No hay noches oscuras si le tengo a mi lado, ni días claros cuando no está junto a mí.
Los segundos se hacen minutos, los minutos se hacen horas y las horas… eternos días que nublan mi mente al no tener su sonrisa, por no poder verme reflejada en sus ojos, al no escuchar su dulce voz.
Ya lo dijo Bécquer hace años en su célebre poesía, “por una sonrisa un mundo”, pero eso es porque la tuya desconocía, tan dulce, tierna e inocente y, a la vez, pícara y divertida.
Sin lugar a dudas nadie conoció una dicha igual a la mía pues fui bendecida con despertar al lado de tu sonrisa cada día.
Y así despierto cada mañana junto a unos marrones ojos que escrutan en mi alma y sacan desde mi ser más hondo, la mejor versión de mí.
Hay también una voz dulce y tierna, una voz que susurra mi nombre y mi oído gentilmente regala, que me hace viajar a un lugar de sueños y sentir un gran bienestar.
Tres luceros tengo en mi vida, tres estrellas que a levantarme me obligan con cada salida del sol y me hacen sonreír aunque por dentro me sienta morir.